Animarse a la soledad, aprender a reírse de las derrotas.
Saber las reglas del juego, y no cansarse de jugar,
Porque el cansancio aburre,
Y es morir viviendo, es como dormir sin soñar.
No creo ya escribir ni una canción como la de ayer,
Pero volando va, regando de magia el lugar,
De fondo se oye tan rica melodía,
Mi más sublime inspiración, mi más intenso respirar.
Nuestras almas atadas a un inmenso atardecer.
Nuestras espaldas aplastando el pasto,
Una noche de luces escondidas, solo vos y yo sabemos ver,
Sintiendo el viento. Prolongando el tiempo.
Porque todos miran, pero nadie entiende. Nadie ve.
Y dos manos van, disfrutan la calma del silencio,
Rozan la eternidad, van y vuelven buscando un cuerpo,
Se conectan al unísono. Se transforman los anhelos.
Y en una danza de notas calladas, el aire juega en los oídos,
Revolcando más adentro, sentimientos diluidos.
Suspendidos en un ciclo de murmullos incesantes,
Se respiran las caricias, se devoran las miradas.
Nada al tiempo lo retrasa, si lo esperan,
Si lo envuelven, lo conectan a su encuentro,
Y renace lentamente…
Cedamos parte de este rito a la suerte,
Y que así sea libre, como el tiempo que sigue,
Y que así fluya, como el más grande mar,
Y que así en sonrisas se refugie,
Para poder aferrarlo fuerte, y no dejarlo naufragar.
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